jueves, 15 de marzo de 2007

arbitrio2.


(Del lat. arbitrĭum) y éste de Valéry, Paul

1. m. Erixímaco. -¡O que cede a algún noble designio!
2. m. Sócrates. –¡Mira!... ¡Mira!...ya empieza, ¿lo ves?, andando como los dioses: es sencillamente andar en círculos…empieza por lo más alto de su arte; camina con naturalidad por la cima que ha alcanzado. Esta segunda naturaleza es lo más lejano que hay de la primera, pero es preciso que se le parezca hasta confundirse.
3. m. Erixímaco. –¡Sublime latir de palomas en derredor!, confusas con la precisión del cancerbero, que dibuja sin ocupar espacio y ellas, desocupadas, orgullosas representan formas elementales para, poco después, olvidarlas y suspirar.
4. m. Oteiza. – Defensiva y ofensivamente, maravilla de esferas que nos empapan con la fractura del espacio neutro, para ya no serlo, si bien antes lo era solo dudosamente. Las palabras solo anquilosan los nudos de los conocimientos que manoseamos para después aletargar las mórbidas y tenues brazadas del espacio libre.
5. m. Sócrates. –No contamos las palabras, éstas brotan con la impertinencia de los necios, bastan mil espigas para desencadenar la más discreta de las rebeliones y sin embargo velamos las puertas menos espaciosas para retirarnos, o caer.
6. m. Oteiza. – Defensiva u ofensivamente, ¡Ah!, prodigio de revelación, oráculo de lo conocido y amable que nos predestina al futuro más incierto y creciente para, después, preservar lo que por fortuna nos quede.
7. m. Erixímaco. –El espacio debería negarse, para poco, muy poco después apartar la pesantez y la fuerza elástica del aire, ostentar títulos ya olvidados y crear con la voluntad enajenada y perdida, con la rabia del condenado y la pasión del diletante, con las desmesura de los océanos y la tozudez de las bestias, sin desesperar. Y perseguir, acechar y reclamar como nuestras piezas que no nos pertenecen, pero deberían, y deberían aceptar la inconsistencia y la distensión como parte del pago porque únicamente las más sutiles fracturas, rompimientos, cortes y pinchazos sanan antes de lo esperado, de lo que esperan los otros, claro está. Nosotros no esperamos nada.

miércoles, 14 de marzo de 2007

CYPHER (Vincenzo Natali - 2002)

“Morgan Sullivan (Jeremy Northam) es un contable en paro que lleva una existencia gris y monótona en los suburbios de una gran ciudad.(…) “

Las sinopsis (oficiales o apócrifas) resitúan el inminente visionado en un terreno a medio camino entre el hastío (oficioso) y la autosugestión más elemental. Poco después, y muy a pesar de ellas, intuyo, la temblorosa cinta que precede a la no menos temblorosa mano cede al envite de la desconfianza y el menosprecio y se aventura, audaz.
NOTA: A partir de este punto el texto puede verse modificado, adaptado a los diferentes directores, estilos, tendencias, en definitiva a las diferentes películas, pero poco.

EL PLANTEAMIENTO: Las teorías más ajadas nos desvelaron la sucesión de eventos más o menos conexos, con personajes de diferente gradación y pelo, además de con sucesos entre lo inesperado y lo esperado desde hace rato, no debemos desesperar, esto funciona habitualmente así y, por lo tanto, habremos de armarnos de todo el aparataje conceptual y reptiliano que, según cada humor, seamos capaces de reunir.
Si, dicho lo cual, aún seguimos frente a la pieza objeto de la reflexión actual, conviene aliviar las más que probables incongruencias, temores y amaneramientos con adiestrado desdén (frases del tipo: “¿Pero este tío a quien quiere engañar?” deben resultar).
EL NUDO: El tramo medio de cualquier narración convencional y el esperado engranaje que hace funcionar buena parte de los planteamientos esbozados en la fase anterior. Si el director reúne las condiciones precisas, cabe esperar un poco contenido alivio y un intenso alborozo en los presentes (oportunas intervenciones tendentes a la autosuficiencia pero sin rebasar el peligroso punto de no retorno de la prepotencia serán bienvenidas), que deberá verse complementado por ostentosos movimientos de cabeza y, si el físico nos lo permite, de vehementes gestos rítmicos y/o audibles.
EL DESENLACE: El final, y hemos de advertir que, si la película en cuestión, no nos ha gustado antes de aproximarnos al mismo es prácticamente imposible que el desenlace nos resucite de los infiernos del aburrimiento y la culpabilidad.
Aún así, se recomienda con fruición, no abandonar en visionado antes de contemplar la culminación, el remate, colofón o guinda que el director y sus secuaces nos han preparado con indisimuladas intenciones y debemos, por tanto, aguardar a los (en ocasiones tan esperados) títulos de crédito para poder vituperar, con el debido conocimiento de causa, los arrebatos de enmarañada lucidez de guionistas, escenógrafos, directores varios y actores.

“(…)Para ser salvado por Rooks, Morgan debe cumplir satisfactoriamente una última misión que puede costarle la vida.”


NOTA: Puede suceder que, tras contemplar una película que nos ha defraudado rotundamente, al observar con indisimulado asombro las alabanzas ajenas, la misma pelicula empiece a gustarnos.

viernes, 9 de marzo de 2007

PERIFERIAS CÉNTRICAS DE LA ARQUITECTURA-EL MONUMENTO


La aproximación se realizará en círculos, como los tiburones a sus mojadas presas, la vegetación no ayuda y las vallas tampoco, el primer círculo tiene un radio aproximado de 29 metros, como su altura total (NOTA: No tiene altura libre, aunque debería, y también ventanas pequeñas), y es éste primer círculo (como las características formales de la piedra determinarán la calidad del alud) el que condena la expedición al más callado o sonoro de los fracasos.
El segundo círculo permite ver algo más y aunque el ruido y las vallas no consientan intromisiones (el primero es incluso impertinente) conseguimos extraer un basamento, peldaños, un fuste (NOTA: Quizás nos hayamos equivocado y se trate de un edificio), este segundo envite es osado y finaliza en el eje principal, muy cerca ya.
Inevitablemente distinguimos figuras reconocibles, con formas reconocidas (esto es, piernas, brazos, equinos y ábacos) que destacan en el tramo medio, al confirmar el tercer círculo. también percibimos la esquina, porque está llena (NOTA: Comprobar las ficticias cabezas de las vigas en el cercano Museo del Prado) y destaca “a la maniera” con voluptuosa discreción de la verdugada principal que contiene, aunque tan a duras penas que se le fuga parte, el simbólico túmulo (“La arquitectura solo existe en el túmulo y en el monumento” - LK), leitmotiv teórico de la obra y que seduce por sus sombras arrojadas, sin desmerecer las propias.
El cuarto círculo acaba convirtiéndose en el último, desde aquí la geometría está tan presente que asusta no estar a la altura, los materiales tan conscientes que intimida no saber nombrarlos a todos, el ritmo tan medido (a-a-a-a-b-a-b-b-a-b) que intuimos no percibirlo completo, la monumentalidad tan conseguida que, cautelosa, nos insta a bajar la mirada, el clasicismo tan sabido que tratamos de encajarlo como malos perdedores.
Ahora si que ayudan poco las vallas, y nos damos cuenta de que el obelisco nos gusta más de canto, algunos volúmenes se completan mientras otros dejan pasar la luz y el aire a sus espaldas, se separan del mismo y avanzan, ¿o será que el monumento se retira?



Monumento a Las víctimas del dos de Mayo
D. Isidro Velázquez (1765-1829)

Construyendo la complejidad

La pretensión, probablemente fallida, de abordar la capacidad de aglutinar información por procedimientos tradicionales o retóricos hace necesario un rango creciente de abstracción . El resultado puede oscilar entre lo inconsistente y lo fraudulento, presentando severas probabilidades de recaída.
La capacidad humana está (según parece que parece) dramáticamente autolimitada, aunque, tras rasgarnos las vestiduras cerebrales al 10%, nos procuramos el sustento teórico que logre desencadenar las fructíferas líneas del pensamiento oportunamente encauzado.
Enajenados por redundantes, abordamos las políticas del cambio con la fe de los justos, deseosos de acertar y presurosos por ser escuchados, apremiados por la irreductible conciencia del presente y muy conscientes de la necesidad de “romper radicalmente con la tradición (…),no hay comida gratis (en la innovación del diseño)”.
La pretensión, probablemente fallada, de instaurar un régimen exigente y restrictivo que precisa del esfuerzo colectivo como piedra angular para no resultar inane agradece la procedencia del autor.

Glotones por compromiso o militancia (nunca ambas) desentrañan una verdad nunca vista y, por lo tanto, ansiosa por emerger. Estas emergencias son necesarias, conectivas e incluso, y que Dios me perdone, buenas.
William J. Mitchell construye la complejidad fagocitando procesos y prácticas herrumbradas, autocomplacidas y complacientes (no cuesta mucho trabajo imaginar como y cuánto sonrién, y que bien lo hacen).
Enérgico y creyente, aboga no por un cambio de reglas, sino por un cambio del juego y denuncia la desidia (más intelectual que proyectual) del “auto-plagio perezoso”.
Mientras tanto, nosotros, desinstalados y casi huérfanos de Vitruvios, nos encontramos con pocas citas que robar, con suerte nos queda una:

“¿Por qué la arquitectura tuvo siempre forma de arquitectura? Alejandro de la Sota (1913-1996)